martes, junio 09, 2009

Conciencia y responsabilidad moral

http://www.fatheralexander.org/booklets/spanish/ley_dios.htm

De todas las criaturas de la tierra, solamente es el hombre quien posee la comprensión de la moralidad. Toda persona sabe que las acciones humanas son o buenas o malas, benévolas o nefastas, moralmente positivas o moralmente negativas (inmorales). Debido a estos conceptos de moralidad que el hombre posee, el hombre difiere inmensamente de todos los animales. Los animales se comportan de acuerdo con sus características naturales u otras, si han sido bien entrenados, del modo en que han sido enseñados. Sin embargo, no poseen concepto alguno de moralidad/inmoralidad, y por esa razón no pueden examinarse desde el punto de vista de la conciencia moral.

¿Por qué medio podemos distinguir entre lo moralmente bueno y lo moralmente malo? Esta diferenciación se hace por medio de una ley moral especial dada al hombre por Dios. Esta ley moral, esta voz de Dios en el alma humana es escuchada en el fondo de nuestro conocimiento interior y se llama la conciencia. Esta conciencia es la base de la moralidad que es común al hombre. Una persona que no escucha a su conciencia, sino que la calla, suprime su voz con falsedad y con la oscuridad del pecado obstinado, es llamada falto de conciencia. La Palabra de Dios hace referencia a tales pecadores obstinados como a gentes con conciencia marchita. Su condición espiritual es extremadamente peligrosa, pudiendo ser ruinosa para el alma.

Cuando escuchamos la voz de la conciencia, vemos que esta conciencia habla dentro de nosotros, ante todo como un juez estricto e incorruptible que valora todas nuestras acciones y experiencias. Frecuentemente, ocurre que una acción determinada parece ventajosa a una persona, o bien que ha obtenido aprobación por parte de los demás, pero en lo profundo del alma, esta persona escucha la voz de la conciencia que le dice: "Esto no es bueno, esto es pecado."

En estrecho abrazo con esta actuación de juicio, la conciencia también actúa en el alma, como legislador. Todas esas demandas morales que se presentan ante el alma del hombre en todas sus acciones conscientes (por ejemplo: ser justo, no robar, etc.). son normas, demandas, preceptos de esta misma conciencia. Su voz nos enseña cómo debemos y cómo no debemos portarnos. Finalmente, la conciencia también actúa en el hombre como remunerador que nos premia. Esto ocurre cuando nosotros, habiendo actuado correctamente, experimentamos paz y calma en el alma o, por el contrario, cuando experimentamos reproches de la conciencia después de haber pecado. Estos reproches de la conciencia a veces desembocan en un dolor y tormento mental, que pueden llevar a una persona a la desesperación o a una pérdida del equilibrio mental, si uno no restablece la paz y la calma en el alma por medio de un arrepentimiento profundo y sincero.

Es totalmente evidente que el hombre tiene responsabilidad solamente por aquellas acciones que comete, en estado consciente, siendo libre de realizar acciones. Solamente entonces puede aplicársele una imputación moral a estas acciones, y entonces se le imputa a la persona, o transgresión, o alabanza, o juicio.

Las personas que, por lo contrario, son incapaces de reconocer el carácter de sus acciones (niños pequeños, los privados de razón, etc.). o los que son forzados contra su voluntad a cometer tales acciones, no tienen responsabilidad por ellas. En la (primera) época de persecución contra la Cristiandad, los atormentadores paganos frecuentemente colocaban incienso en las manos de los mártires y seguidamente ponían sus manos sobre el fuego que estaba en sus altares. Los torturadores suponían que los mártires echarían las manos atrás, arrojando el incienso sobre el fuego. Realmente estos confesores de la fe eran tan firmes generalmente en su creencia que preferían quemar sus manos y no arrojar el incienso; pero, aunque lo hubieran arrojado, ¿quién les acusaría de que habían sacrificado al ídolo?..

Que la ley moral tiene que ser reconocida como innata en la humanidad, es decir, fijada en la misma naturaleza del hombre, es indiscutible. Esto está demostrado por la universalidad indudable por parte de la humanidad de un concepto de la moralidad. Naturalmente, solamente son innatos los requerimientos morales más básicos - una especie de instinto moral - pero no ocurre esto con las comprensiones y conceptos revelados y de clara moral. Pues las comprensiones y conceptos de clara moral se desarrollan en el hombre, en parte a través de la enseñanza e influencia de generaciones precedentes, la mayor parte de todas sobre la base de sabiduría religiosa. Por lo tanto, grupos inferiores de personas tienen normas morales inferiores, más bastas, más contrahechas que los Cristianos Ortodoxos que conocen y creen en el Dios Verdadero Quien puso la ley moral dentro del alma humana, y Quien, a través de esta ley, guía toda su vida y actividades.

La Ley de Dios, Metropolitan Philaret (Voznesensky, 1903-1985)


Traducido por Diacono Juan Alvarado (Climaco)

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